Es correcto que los ciudadanos se propongan hacer oír su voz fuera de los rígidos procedimientos establecidos por la democracia formal, es decir, el ejercicio del derecho al sufragio. Pero el problema se presenta cuando esta democracia formal no existe. Y no existiendo, falla ya la precondición necesaria para hablar de “calidad” o “cultura” democráticas.
Los españoles no sabemos lo que es la democracia porque nunca la hemos tenido. La democracia formal se constituye por una serie de reglas para la disputa pública del poder entre facciones y no para, como es propio de un régimen oligocrático como el español, el secreto reparto del mismo. Varias son las condiciones que, según creo, definen un régimen democrático:
- Sufragio universal.
- Principio electivo en el Poder Ejecutivo: Deben ser los ciudadanos quienes, de forma directa y no por mediación del parlamento, elijan al presidente.
- Principio representativo en el Poder Legislativo, lo cual excluye la elección de diputados por medio de sistemas proporcionales de listas que lo único que consiguen es poblar las cámaras legislativas de diputados sujetos a las órdenes de la cúpula de su partido. En el caso de España ello entra en contradicción, además, con la prohibición del mandato imperativo en el artículo 67.2 de la Constitución Española.