Medios, encuestas y semáforos rojos

Con el auge de las versiones digitales de los periódicos y las emisoras de radio y televisión en Internet, las encuestas a los lectores han proliferado mucho, pero eso no significa que antes no las hubiera. Simplemente, el número de encuestados era mucho menor. Si ahora los participantes en una encuesta se miden por miles, en los años noventa solían ser cinco o seis, como en esas encuestas que las emisoras siguen haciendo a pie de calle.

El problema con muchas de estas encuestas es que las preguntas que se hacen no siempre tienen sentido, o si lo tienen es más bien como datos para un análisis sociológico sobre los encuestados, que sobre la realidad. Mucha gente confunde lo que realmente pasa con lo que la gente piensa que pasa, cuando las dos cosas no tienen por qué coincidir, y en muchos casos no coinciden.

Normalmente son poco de fiar las encuestas cuyo objetivo consiste en predecir el futuro. Su resultado es en sí poco fiable. Su única utilidad sería analizar qué cree la gente y por qué lo cree, pero ese tipo de análisis rara vez se hace. Veamos algunos ejemplos de preguntas de este tipo:

  • ¿Cree usted que el Barça ganará la Liga de Campeones de este año?
  • ¿Cree usted que Puigdemont volverá a España?
  • ¿Cree usted que la economía mejorará el año que viene?
  • ¿Cree usted que la inteligencia artificial hará perder muchos puestos de trabajo?

Otras veces la encuesta hace preguntas que sí tienen sentido, pero cuya solución no está al alcance de cualquiera. Recuerdo, por ejemplo, que un periódico importante hizo esta pregunta en los años noventa:

  • ¿Qué haría usted para acabar con la guerra civil en Yugoslavia?

La verdad es que, si me hubiesen hecho a mí esa pregunta, habría tenido que contestar no tengo ni idea. Pero los encuestados, que eran gente de la calle, siempre contestaban, siempre tenían algo que decir. Sea cual sea la dificultad de la pregunta, parece que tenemos muchas dificultades para decir no sé.

Creo que el único objetivo de estas encuestas es dar la sensación de que el medio interacciona con la gente, aunque esa interacción no sea casi nunca estadísticamente significativa. Y, claro, es difícil idear una pregunta que tenga sentido para cada día del año.

Una cuestión diferente es la costumbre que han tomado algunos medios de poner nota a personas más o menos famosas, en función de lo que han dicho o hecho. En La Vanguardia, por ejemplo, les ponen un semáforo rojo o verde (lo primero para criticarles, lo segundo para alabarles). Otros medios asignan una mano con el dedo hacia abajo o hacia arriba, para indicar lo mismo. Como estas calificaciones no suelen estar firmadas, deben considerarse parte de la línea editorial del medio.

El problema es el siguiente: especialmente en las calificaciones negativas se nota una tendencia muy preocupante a confundir “no está de acuerdo con mi ideología” con “es digno de crítica”. Así, por ejemplo, en las últimas semanas La Vanguardia ha asignado el semáforo rojo a las siguientes personas:

  • El 27/1/2018 a Milos Zeman, por haber sido reelegido presidente de la República Checa con el 52% de los votos. Usualmente, cuando alguien gana unas elecciones, más aún por mayoría absoluta de votos, se le suele felicitar. Aquí se le critica. ¿Por qué? Porque no piensa de acuerdo con la ideología dominante en Europa. Viene a ser el mismo motivo por el que a Donald Trump le asestan el semáforo rojo cada dos por tres, sólo que en este caso se ha notado más, porque lo que critican, en realidad, no es a él, sino que haya ganado.
  • El 1/2/2018 a Francisco Rubio, presidente del Comité de Competición de fútbol, por abrir expediente a dos jugadores del Barça, cuyo comportamiento fue denunciado por el Espanyol ante la Comisión Antiviolencia. Parece que los jugadores del Barça son intocables para La Vanguardia, pero lo más curioso es que el semáforo sea, no para quien les denuncia, sino para quien acepta la denuncia.

Y, por supuesto, cada vez que alguien dice algo contrario a la ideología dominante (sea contra el aborto, el matrimonio homosexual o los demás temas de moda) se le asigna el semáforo rojo. Parece que, para los medios, cualquier desviación respecto al pensamiento único debe ser criticada. Es extraño, pues se suponía que los medios de comunicación habían sido tradicionalmente los máximos defensores de la libertad de expresión. Pero parece que les domina más, al menos en esta época, la fidelidad a la ideología.

Manuel Alfonseca

Profesor. Novelista. Divulgador. Dr. Ingeniero de Telecomunicación.

Recibido: 2 febrero 2018

Ilustración: Colección particular FGP #4574

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