Caminante, no hay camino

Joan Manuel Serrat, admirable y admirado músico, cantante y poeta fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Costa Rica el viernes 27 del pasado mes de mayo.

La intervención con que Serrat agradece tan alta distinción es, en su conjunto, bella y su decir resulta cautivador. Creemos que la intención de sus palabras es abogar por un mundo mejor, pero la forma en que se ha expresado no hace justicia ni a la bondad que su persona transmite ni al indiscutible embrujo de su arte. Veamos. Estos son los párrafos finales de su emotivo discurso, entre el minuto 7:31 y el 10:39, y que nuestros lectores pueden seguir aquí.

«…un tiempo de confusión y angustia, de soledad, de falta de referentes, donde se ha perdido la confianza en el sistema, en sus representantes y en sus instituciones. Donde los jóvenes se sienten engañados y los mayores, traicionados. Y donde, más que nunca, nos necesitamos los unos a los otros. Porque todos somos importantes. Porque todos tenemos que sentirnos importantes.

«En los últimos años ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado. Pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad. Se han producido daños terribles a la Naturaleza, muchos de ellos irreparables, y es vergonzosa la corrupción que, desde el poder, se ha filtrado a toda la sociedad. Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida. Y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla. Como si se tratara de una pesadilla de la que, tarde o temprano, despertaremos. Espectadores y víctimas parecemos esperar que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí.

«Es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado, donde todo tiene un precio y donde todo se compra y donde todo se vende. Es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida. Tal vez no sepamos cuál es el camino; tal vez no sepamos por dónde se llega antes. Pero sí sabemos qué caminos son los que no debemos volver a tomar. Espero que ustedes, gente buena, instruida y tolerante sabrán juzgar mis palabras por su intención, más que por la manera en que he sido capaz de expresarme. Mientras tanto, que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz. Que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos. Y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones. Muchas gracias».

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Hemos resaltado, mediante el empleo de negritas, las palabras en que nos hemos apoyado para manifestar, por enésima vez —desde la modesta atalaya en favor de una ciudadanía más ilustrada que es esta Asociación—, nuestra disconformidad con uno de los rasgos más corrosivos del discurso dominante en nuestros días: la sociedad es víctima de la corrupción de los poderosos.

Nada es más tranquilizador que situarse en el lado bueno de la historia para, desde ese lugar seráfico, señalar a los malos, supuestos causantes de todos nuestros males por sus prácticas corruptas. De este modo, nosotros, los ciudadanos de a pie, evitamos sentirnos copartícipes de la crisis económica y vital que nos asola. La idea de un poder corrupto que gobierna a una sociedad sana es una idea insana, una añagaza, un embuste con el que tranquilizamos nuestras conciencias y encubrimos nuestras corruptelas cotidianas. Hablar de un poder que esparce corrupción sobre nosotros, sus pasivas víctimas ciudadanas, es el camino que no debemos volver a tomar si queremos enderezar el rumbo.

Que los asistentes al acto, puestos en pie, aplaudieran entusiasmados a Joan Manuel Serrat es una buena medida de lo reconfortante que resulta verse transportados por el personaje y su palabra a ese lugar en el que —víctimas del poder— nos sentimos libres de toda culpa.

Proponemos la fórmula del activismo en lugar de la del victimismo. Todo, antes que esperar a que nos salven los mismos que nos han infiltrado su corrupción. Movilizarse, predicar con el ejemplo; actuar en primera persona, mejor que emplear la forma impersonal “hay que” (hacer esto o lo otro), un latiguillo huero y retórico con el que sus adictos tranquilizan sus conciencias y se exoneran de pasar a la acción.

Consideramos una lástima, una ocasión perdida, el que un personaje como Serrat no emplee su predicamento y su talento para incitarnos a sus seguidores a que exijamos, con nuestro ejemplo, honestidad a los poderosos. Para esto, hoy más que nunca nos necesitamos los unos a los otros.

Atentamente,

Felipe Gómez-Pallete felipe.gpalleterivas@ccdemocraticas.net

Paz de Torres paz@ccdemocraticas.net & https://comoelagua.net/

Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas.

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