De regreso a Atenas

El ideal de la democracia directa ateniense fracasó al degenerar en populismo, demagogia e ingobernabilidad. Siglos después se reinventó en Estados Unidos como democracia representativa, “un sistema en el que más que permitir al pueblo gobernarse a sí mismo, se le concedía el poder de elegir y deponer a sus gobernantes”i. El camino desde la democracia directa hacia la representativa –un camino impuesto por la ley del tiempo y el númeroii–, nunca fue fácil ni siempre lineal o ascendenteiii.

Y ahora, entrado ya el siglo XXI, emprendemos el camino de regreso hacia Atenas, un camino igualmente difícil, si bien por motivos muy diferentes, porque “la historia no se repite, pero rima”. A lo que hoy nos enfrentamos es a una profunda crisis social (económica, institucional y de legitimación política)iv en el marco de una realidad globalv de dimensiones inéditas.

Porque si bien es verdad que existen más Estados democráticos que nunca antes en la historia de la humanidad, no es menos cierto que las muestras de descontento con el estado actual de los regímenes democráticos ha alcanzado asimismo cotas hasta ahora desconocidas.

En el núcleo de esta tormenta perfecta se está desarrollando una creciente presión para que los ciudadanos vuelvan a estar presentes (y no solo representados) en los procesos de toma de decisiones políticas. Porque los representantes en quienes los ciudadanos habíamos delegado nuestros asuntos, lejos de tenernos presentes, se han enrocado. Y la ciudadanía ha dicho basta: “No nos representan”.

¿Cómo desenvolverse en este escenario de renovadas exigencias organizativas que está pidiendo a gritos la sociedad? En el gráfico que acompaña estas líneas lo decimos sin rodeos: Cada ámbito requiere métodos de trabajo ad hoc. Nosotros somos especialistas en los métodos que deben emplearse en la base de una pirámide en cuya cima se sitúa la soberanía popular.

Víctor Lapuente acaba de referirse desde Gotemburgo a uno de los principales obstáculos a superar: “La política debe ganar crédito propio más que quitárselo al adversario [para lo que es preciso que] tanto en fines como en medios salga de la zona de confort. A lo que nosotros añadimos que el abandono de mentalidades y hábitos obsoletos pasa, a su vez, por la superación del necio recelo de quienes, desde la política, ven con malos ojos las categorías y los métodos propios de la administración de empresas. Y viceversa.

Imagen Felipe

Definitivamente, hemos de ser capaces de conjugar ambos discursos: Participación, acción colectiva, horizontalidad, asamblearismo, y democracia, por un lado y, por otro, el discurso propio de las ciencias de la administración y gestión: organización, jerarquía, toma de decisiones, acción coordinada y burocracia.

Si quieres saber cómo se combinan ambos mundos, estamos a tu disposición. Por nuestra parte, nosotros estamos deseando comprender por qué en particular los partidos políticos son tan reacios a tomar este camino: el de la mejora continua de sus procesos. ¿Podemos ayudarnos?

Cordiales saludos,

Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas

i Torreblanca, J. I., 2011. El embudo democrático. http://bit.ly/1zggIzy.

ii Dahl, R. A., 2012. La democracia. Capítulo IX: Democracia a distintas escalas. Ed. Planeta. “La ley del tiempo y el número: Cuantos más ciudadanos contenga una unidad democrática, tanto menos podrán participar los ciudadanos directamente en las decisiones políticas y tanto más tendrán que delegar su autoridad sobre otros” (pág. 128).

iii Ibídem. Capítulo II: ¿Dónde y cómo se inició el desarrollo de la democracia?, (pp. 9 – 30).

iv Lamo de Espinosa, E., 2014. Entrevista de Alfonso Armada. http://bit.ly/1qS5fgC.

v Cobino, M., 2006. Estado-nación y Soberanía: entre el declive y la transformación. http://bit.ly/15AKBgw.

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