La organización, un debate sin glamour (I)

El diagnóstico crítico a la actuación de los partidos políticos inspira numerosas terapias que tratan de llevar a la práctica la llamada «democracia interna».  Pero, no siempre son compatibles entre sí: se les exige contundencia y unidad pero que resistan las tentaciones oligárquicas, que promuevan una toma de decisiones ampliamente participada, y que el control y seguimiento llegue desde abajo. Se espera que representen los intereses de votantes, pero también que formulen políticas coherentes por encima de intereses particulares. Que  proporcionen liderazgo, pero que no sean dominados por líderes. No deberían ser financiados por el Estado (o no como hasta ahora) pero tampoco depender de las contribuciones de las grandes empresas o de los grupos de interés. No deberían estar representados ni dirigidos por políticos profesionales, ni a la vez controlados por amateurs ni élites inexpertas. Y un largo etcétera de contradicciones y complejidades, que les convierten en víctimas de las expectativas que la sociedad espera de ellos.

Su estructura y rendimiento contribuyen a su crisis, y dificultan la tarea de llevar a la práctica el ideal de participación en igualdad que se les exige. Por ello, conjugar todos estos paradógicos factores obliga a pensar en revisar y modernizar su organización. Los problemas organizativos de los partidos políticos pendientes de resolver se reducen a cuestiones concretas como primarias, sí o no; listas, cerradas o abiertas, o cuestiones relacionadas con una transparencia, que agoniza, o con la puesta en marcha de normativa que, en más ocasiones de las deseadas, queda en el papel.

A pesar de que ser un elemento crucial, el debate sobre la organización y el funcionamiento interno en formaciones políticas apenas tiene lugar en el espacio público1. Más pendientes de echar la culpa a «el otro» gran parte del tiempo, la falta de autocrítica supone un impedimiento para  avanzar en una transformación democratizadora. El cómo arreglar las cosas en casa parece una cuestión secundaria o en la que no interesa poner el foco, pues exige trabajo y rigurosidad (y moldear resistencias internas). Sólo con voluntad para trasladar a la cotidianidad política la ética a la que se apela en el discurso, no va a prosperar en la práctica, ni mucho menos consolidarse, sin prestar atención a cuestiones organizativas básicas. Las ventajas que ofrecen las TICs no eliminan las jerarquías en los partidos y, por sí solas, no sistematizan procesos más o menos democráticos. No solo decir que hay que ser responsables, transparentes, ejemplares, sino demostrarlo de manera continuada, será clave para volver a estrechar o articular lazos entre representantes y representados.

De dotar de eficiencia y eficacia a la operativa interna de los partidos dependerá su supervivencia y , para bien y para mal, «de una estructura mínima y ágil para su funcionamiento continuado»2, aunque no solo. Existen diferentes procedimientos para cada diferentes espacios, para tomar decisiones, dirigir equipos humanos, analizar problemas, etcétera.. que han de ser desarrollados ad hoc. Los partidos y organizaciones políticas tendrán que sumarse a iniciativas audaces que, más allá de discursos, permitan a la ciudadanía palpar estilos de gestión, disciplinas, hábitos, rutinas dirigidas a que, de hecho, mejoren el funcionamiento interno y, poco a poco, su reputación recobre el prestigio y confianza deseadas. Sólo es cuestión de iniciativa.

Sofía de Roa

Periodista e investigadora en la Asociación Calidad y Cultura Democráticas
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1
Debates visibles, debate oculto: “El debate sobre la necesidad de incorporar nuevos métodos de trabajo en la cultura organizativa de las formaciones políticas, tanto tradicionales como quincemayistas. Si esta cuestión fuera objeto de tan encendidos debates como los anteriormente apuntados, estaríamos hablando de detractores y partidarios del movimiento en favor de mejorar la competencia, pericia y aptitud de los partidos políticos para los procesos de toma de decisiones, la dirección de equipos humanos, el análisis de situaciones complejas, el establecimiento de metas y objetivos, así como para la planificación, puesta en marcha y seguimiento de las tareas a realizar, por citar únicamente algunas de las tareas que, ineludiblemente, deben practicarse a diario en cualquier tipo de asociación humana compuesta por personas que comparten valores y metas comunes” Blog CCC: http://www.ccdemocraticas.net/debates-visibles-debate-oculto/

2
Los académicos, Antonio M. Jaime es profesor de la Universidad de Málaga y Xavier Coller, de la Universidad Pablo de Olavide. Ambos son miembros del grupo de investigación Democracia y Autonomías: Sociedad y Política, escribe en La prueba del algodón de Podemos sobre esta cuestión: “La Ley de Hierro de la Oligarquía es inevitable en Podemos porque requerirá un mínimo de organización para responder a las necesidades con las que sus líderes se encontrarán: alguien tiene que buscar locales, relacionarse con los medios, canalizar y destilar las ideas para convertirlas en programa electoral, analizar documentos, convocar reuniones, elaborar normas internas, tomar decisiones para el funcionamiento diario de la organización, etcétera. La supervivencia de toda organización depende de que estas necesidades encuentren respuesta en una estructura mínima que sea eficiente y ágil para su funcionamiento continuado, y esto se suele oponer al asamblearismo y la horizontalidad” http://elpais.com/elpais/2014/07/04/opinion/1404488097_127999.html

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