En la anterior entrada ofrecimos un ejemplo, mitad real, mitad imaginado, de lo que es y cómo se elabora un “indicador de calidad” de un partido político. En esta segunda entrega de la serie La calidad bien entendida orientamos la atención de nuestros visitantes hacia otro aspecto de la cuestión. Nos referimos a la diferencia que existe entre este tipo de informaciones (indicadores de calidad) y otros símbolos o informaciones que circulan a diario en la sociedad. ¿Qué significados encierra un indicador de calidad hecho público por un partido político? ¿Cómo puede distinguirlos el receptor, el ciudadano, el votante, el lector, el oyente, el peatón –según sea el medio por el que se publicita o difunde el indicador?
Significados implícitos
Recordemos el ejemplo de la semana pasada. Un partido político se propone alcanzar el siguiente objetivo: Pasar en tres años (2013 – 2015) de una situación en la que sus ingresos por cuotas de afiliados suponen el 38% de los gastos de personal, a tener el 45% de estos gastos cubiertos por igual concepto. Lo que significa, en pocas palabras, plantearse un aumento de 7 puntos porcentuales en 3 años.
Y supongamos que la dirección del partido comunica su decisión dentro de la organización, tanto central como territorial, así como a la ciudadanía. Lo puede hacer por carta, y enviar ésta por correo postal o electrónico; o mediante mensajes a través de las redes sociales; o durante un discurso con motivo de no importa qué ocasión; o bien ‘colgándolo’ en la Web del partido y, también, en vallas publicitarias; o dándolo a conocer durante un curso de verano en la universidad de turno; o mediante campañas mediáticas, en radio, prensa y televisión, en fin, de mil formas diferentes y otros tantos formatos, fundamentalmente textual, gráfico o audiovisual. Los expertos en comunicación aconsejarán lo mejor en cada caso, en función del público objetivo, las circunstancias del momento y muchas otras consideraciones.
¿Cuál es la significación o sentido de las palabras y frases empleadas en un anuncio de este tipo? Veamos. Un anuncio de estas características lleva implícito que quien lo emite:
1. Tiene voluntad de mejorar su actividad profesional
2. Ha identificado y seleccionado áreas concretas de mejora, como la que acabamos de recordar, o la de este nuevo ejemplo: El caso de un partido que no está satisfecho con la baja experiencia internacional de sus dirigentes
3. Ha determinado en qué grado o cuantía se propone solucionar los problemas identificados
4. Ha estimando los plazos en que cree viable conseguir lo que se ha propuesto
5. Se ha comprometido, interna y públicamente, en el cumplimiento de unos determinados objetivos
6. Está dispuesto a ‘ir corrigiendo el tiro’ durante el proceso de mejora, es decir, a ir tomando las medidas que crea necesarias para conseguir el objetivo marcado en el tiempo convenido
7. Sabe analizar, en el caso de no alcanzar los objetivos en el plazo establecido, los motivos de la desviación: objetivos mal establecidos y/o ejecución deficiente de las medidas previstas
8. Deja preparado el camino de la mejora continua: una vez alcanzada o reformulada la meta, marcará otras nuevas en las mismas áreas ya mejoradas y/o en otras diferentes
Otros indicadores, otros símbolos, otras informaciones
Esta lista de ocho puntos no es, ni mucho menos, exhaustiva. Esta lista sí es, empero, suficientemente indicativa de lo que implica un ‘indicador de calidad’. O, al menos, es lo bastante expresiva como para que nuestro lector se haga una idea rápida y cabal de la diferencia que existe entre un ‘indicador de calidad’ y el resto de los centenares, miles, millones acaso, de símbolos de toda naturaleza y condición que invaden nuestras vidas las 24 horas del día, 7 días a la semana. En este mar de informaciones y símbolos, un ‘indicador de calidad’ significa muchas cosas como las apuntadas aquí, sin pretender representar otras tantas.
Qué hacen nuestros diputados; a dónde van nuestros impuestos; qué dice el indicador de eficiencia del ayuntamiento de mi pueblo; ¿cómo van los indultos concedidos por éste y anteriores gobiernos?; cuáles son los índices de transparencia de las comunidades autónomas son apenas media docena mal contada de ejemplos de muy variada índole, pero pertenecientes todos al ámbito de la actividad política, e informaciones todas elaboradas con un deseado y último fin: conseguir un sistema democrático mejor.
Diputados, impuestos, ayuntamientos, indultos, comunidades autónomas, etcétera: No es necesario ampliar la relación de fuentes, ratios, informes, iniciativas, para que la expresión vertebral de esta serie adquiera todo su relieve: Un ‘indicador de calidad’, emitido por un partido político, es un mensaje que informa de la decisión de mejorar un determinado aspecto de su actividad, y de hacerlo dentro de un período de tiempo dado. Es, en otras palabras, un compromiso de futuro, no una película del pasado ni un fotograma del presente. Tampoco es una nota o calificación sobre 10. Entre otras razones, porque en estas materias nos encontramos aún muy lejos de poder establecer, de forma consensuada, patrones o estándares. Todo se andará, cuando las organizaciones políticas y, sobre todo, la ciudadanía colaboren en pos de esta meta común en beneficio de todos.
Un ‘indicador de calidad’, en fin, no es una medida que indique cuánto nos apartamos de la perfección; ni un límite que no deba transgredirse; ni una advertencia sobre la proximidad de un peligro. Los ‘índices de calidad’ no prohíben ni aconsejan; no previenen ni restringen; sólo informan de un propósito adoptado libre y soberanamente. Nada más. Y nada menos.
Y en cuanto a su utilidad, el servicio que presta un sistema de indicadores de calidad (SIC) no es ‘sacar los colores’ de los partidos que, por ejemplo, no hagan públicas sus cuentas o se retrasen en su publicación, como exige la más elemental de las medidas de transparencia. No es la primera, ni será la última vez que lo decimos: actuar con calidad no equivale a, ni es incompatible con, la obligada transparencia informativa de las instituciones. Y es que mientras la transparencia es una cualidad exigible que dificulta comportamientos corruptos, la calidad es un compromiso deseable que favorece la confianza mutua entre ciudadanos y partidos políticos.
Venimos hablando de los indicadores de calidad, mas únicamente en el ámbito de los partidos políticos. Una vez completemos esta serie, La calidad bien entendida, ampliaremos su campo de aplicación, desde la Casa Real hasta la institución pública de menor tamaño y más reciente constitución, ambas inclusive.
De momento, sin salirnos del terreno de juego inicial, y según el plan anunciado, dedicaremos la próxima entrada de esta serie a reflexionar sobre dónde aplicar los ‘indicadores de calidad’. ¿Proponemos aplicarlos a lo largo de los procesos de trabajo que tienen lugar en el interior de los partidos políticos? O, por el contrario, ¿nos proponemos evaluar ‘la calidad’ del producto final, es decir, ‘la calidad’ en el cumplimiento de las promesas electorales que, cada equis años, los partidos someten a la consideración de los ciudadanos-votantes? Con las respuestas a este tipo de cuestiones, habremos alcanzado el ecuador de la presente serie de divulgación.
Saludos cordiales,
Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas