Nos complace mucho compartir con nuestros seguidores la respuesta que nos envía Daniel Innerarity a la carta abierta recientemente publicada en este mismo blog, con motivo de un artículo suyo publicado en La Vanguardia.
En tiempos como los que corren, de tanta prisa y tanto silencio por respuesta, el sentido de la amistad y la honestidad intelectual del profesor Innerarity destacan sobremanera.
Atentamente,
Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas
Queridos amigos,
Como bien me conocéis, sabéis que eso de que a uno le contradigan es una manera de tomárselo en serio y os estoy muy agradecido.
Dejadme que os diga de entrada algo sobre el sentido del artículo: era destinado principalmente a mis amigos soberanistas, de quienes deseo que hagan una profunda reflexión y que reconsideren si todo lo hecho ha valido la pena. A algunos de ellos ya les desaconsejé este camino cuando empezó. Esto es clave para entender por qué el artículo subraya unas cosas y pasa de largo por otras, que sea una llamada de atención y no un tratado equilibrado, en cuyo caso hubiera escrito, desde las mismas convicciones, con un enfoque diferente.
He explicado más mi punto de vista en el capítulo titulado “¿Qué hacemos con las naciones?” de mi último libro Política para perplejos y dejadme que me remita a esas páginas para no repetir los argumentos que allí están tratados con más extensión.
Me centraré en vuestras objeciones:
- Creo que todo este asunto es un fracaso COLECTIVO y en este fracaso hay muchas personas, partidos e instituciones que tienen la responsabilidad.
- Podríamos discutir de porcentajes (tal vez el criterio de que quien tiene más poder tiene también más responsabilidad) pero tal vez eso no nos lleve muy lejos.
- En el campo soberanista, como digo en ese artículo, el hecho mismo de meterse en ese proceso me pareció desde el comienzo un error y los actos del 6/7 de septiembre una exclusión injustificable democráticamente.
- A esa práctica antidemocrática no se le puede justificar apelando a la reiterada negativa del Gobierno español a negociar con lo que, muy erróneamente, consideraron un suflé, pero que no la justifique no quiere decir que no la explique.
- Por supuesto que esa definición de populismo de Víctor [Lapuente] cuadra bien con ciertos usos del nacionalismo: sin esa simplificación el nacionalismo catalán no hubiera movilizado tanto, pero tampoco C’s hubiera experimentado una subida tan espectacular en las encuestas si no hubiera hecho uso de una simplificación análoga.
Respecto al derecho a decidir (expresión que me gusta poco, por cierto), permitidme que remita a un artículo que publiqué en El Correo hace unos meses. Ahí encontraréis mi planteamiento de reciprocidad y mi principio de que todos los afectados por una decisión deben intervenir en las decisiones (lo que desarrollé con más extensión en el capítulo sobre “autodeterminación transnacional” en mi libro La democracia en Europa). Nada más ajeno a mi pensamiento que un planteamiento sin matices, antagonista. Esto, créeme, me causa no pocos inconvenientes, también entre los que están más cercanos y, en un ambiente ahora enrarecido, desearían planteamientos más rotundos. Como decía Paul Valery, no digo que tengo razón, digo simplemente que soy así…
Gracias por haberme dado esta oportunidad para explicarme mejor, espero.
Un abrazo, Daniel
Recibido: 28 marzo 2018
Ilustración: ‘Collage’ ACCD, a partir de ‘header’ en biografía del autor y “Letras sueltas” (colección particular FGP #20150322)